En estos días que corren, de marzo del año 2021, una noticia está circulando a escala planetaria, la cual tiene que ver con los acontecimientos en Birmania (Myanmar), a raíz de la intervención de los militares birmanos, el 1º de febrero pasado, para deponer al gobierno liderado por el Partido Liga Nacional para la Democracia, de la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi. En términos generales, lo que se sabe es que ha habido un fuerte enfrentamiento entre los militares y la población civil que resiste, con un saldo significativo de muertos y heridos.
Si damos una mirada a la región del sudeste asiático, nos conseguimos a un país que tiene una superficie aproximada de 676 mil kilómetros cuadrados, que sirven de asiento a unos 55 millones de habitantes. Este país, conocido como Birmania, y también como Myanmar, tiene fronteras con Bangladés, India, China, Laos y Tailandia, y con la bahía de Bengala y el mar de Andamán. La frontera con China se extiende a lo largo de más de 2 mil kilómetros y, como dato adicional, el gigante asiático es el primer socio económico de Birmania, con una proyección de crecimiento a futuro.
Birmania, cuyo PIB es superior a los 300 millones de dólares, es miembro pleno de la Asociación de Estados del Sudeste Asiático (ASEAN), el foro económico más importante de esta región del mundo, y en su territorio posee valiosos recursos petroleros, gasíferos, minerales y forestales, entre otros.
Desde el punto de vista étnico, Birmania se caracteriza por ser un país multiétnico, prevaleciendo la etnia de los bama (birmanos), con casi un 60% de los habitantes, cuya lengua es la birmana, mientras que desde el punto de vista religioso, el budismo, como religión mayoritaria, es profesada por más del 80% de la población. Todo esto hace recordar una vieja consigna que circula en este país del sudeste asiático: Una nación (Birmania), una lengua (el birmano), una religión (el budismo).
Por Alfredo Portillo
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